ROMA — Cuando la voleibolista italiana Lara Lugli se embarazó, supo que iba a perder su empleo.
Sin embargo, cuando el club rechazó una solicitud que Lugli presentó para que le pagaran lo que ella afirma que le deben, la jugadora presentó una demanda. El club respondió acusándola de provocar daño financiero y arruinar la temporada de su equipo, así que ella decidió alzar la voz.
El domingo, Lugli denunció en Facebook el trato que recibió, lo cual desató una indignación por toda Italia y una conversación que debió tenerse hace mucho tiempo. Su caso fue un llamado a la acción en un país en el que durante décadas muchas atletas asalariadas han carecido de protecciones legales en contra de la discriminación y en donde con demasiada frecuencia las mujeres deben elegir entre la maternidad y sus empleos.
“Comparar un embarazo con un mal comportamiento simplemente es muy bajo”, opinó Lugli, de 41 años. “Este problema no es solo conmigo”.
Su caso refleja una desigualdad de género más amplia en los deportes italianos, basada en ciertos estereotipos arraigados en un país que está posicionado en el lugar 76 del mundo en cuanto a brecha de género, según el Foro Económico Mundial.
Durante sus 25 años de carrera en el vóleibol, Lugli, como la mayoría de las atletas en Italia, firmó acuerdos con una cláusula que le permitía al club despedirla si se embarazaba. Lugli era una de las muchas atletas mujeres que, aunque reciben un sueldo por jugar un deporte, son clasificadas como amateurs y tienen muchas menos protecciones legales que los atletas clasificados como profesionales.
“Era una concesión que siempre aceptaban todas las atletas”, dijo Lugli. “Cuando te embarazas, termina el contrato. Cada quien se va por su lado. Todo se acaba”.
Durante seis meses, su equipo había competido en el campeonato nacional del club Volley Maniago Pordenone, al noreste de Italia, antes de que su contrato terminara en marzo de 2019 porque estaba esperando un hijo. No obstante, su embarazo terminó en un aborto espontáneo un mes después.
Después del aborto espontáneo, la jugadora le pidió al club que le hiciera un pago de unos 3000 dólares de su salario (alrededor de 24.000 dólares por temporada), que Lugli aseguró que le debían. Sin embargo, el club se rehusó y ella presentó una demanda. En respuesta, el club arguyó que su embarazo había provocado daños económicos porque hubo una caída en el desempeño después de su partida y como resultado perdió patrocinadores.
“La ley es la que debe cambiar”, dijo Mauro Rossato, miembro del consejo del club de Lugli. Rossato señaló que le desagradaba haber tenido que despedir a una jugadora por estar embarazada y que era claro que el gobierno debía “encontrar el modo de que las atletas embarazadas se ganen la vida, pero también para que los clubes lidien con ese tipo de golpes”.
En documentos presentados en la corte, el club arguyó que el comportamiento de Lugli provocó un grave daño porque “al momento del acuerdo contractual omitió su intención de tener hijos”. El club también argumentó que, después de terminado el embarazo, pudo regresar y terminar los últimos dos meses del campeonato, incluso desde la banca.
Sin embargo, Lugli declaró que no estaba preparada para esa labor.
“Después de mi aborto, casi me tiraba de una ventana”, comentó Lugli. “Por supuesto que no quería ir al gimnasio”.
Esta semana, sus revelaciones comenzaron a atraer el tipo de atención política que históricamente no se le ha dado a este problema.
“Condenar a la voleibolista Lara Lugli por su maternidad es violencia en contra de las mujeres”, opinó Maria Elisabetta Alberti Casellati, presidenta de la Cámara Alta de Italia.
El miércoles, Elena Bonetti, ministra de la Familia y la Equidad de Oportunidades, comentó en Facebook que el hecho de que las mujeres deban elegir entre la maternidad y el trabajo “las pone en una situación de desigualdad” y las mujeres italianas ya no pueden tolerar esta realidad.
En Italia, solo los futbolistas, golfistas, basquetbolistas y ciclistas del más alto nivel firman contratos deportivos que los clasifican como “profesionales”. Las atletas, incluso en los más altos niveles —incluidas ganadoras olímpicas y seleccionadas nacionales de fútbol—, son consideradas amateurs en sus acuerdos laborales.
Esto permite que los clubes añadan cláusulas como la relacionada con el embarazo y eviten pagar costos laborales y pensiones.
Según algunos expertos, es probable que las cláusulas de embarazo no concuerden con las protecciones constitucionales de la maternidad, pero no pudieron recordar ningún desafío legal previo en contra de las cláusulas. Las jugadoras solían aceptar los términos porque la otra alternativa habría sido no trabajar en el deporte que eligieron.
“Se rindieron frente a este sistema, hasta que alguien abrió la caja de Pandora”, comentó Flavia Tortorella, abogada que se especializa en derecho deportivo.
Tortorella señaló que el caso de Lugli por fin podría comenzar un debate en torno a “por qué las mujeres llegamos al punto de aceptar la renuncia de nuestra maternidad para mantener un trabajo”.
En el bizantino mercado laboral de Italia, muchas mujeres con contratos laborales normales disfrutan de una licencia por maternidad y otras protecciones legales en contra de la discriminación de género. Sin embargo, una gran cantidad de mujeres en el deporte tienen trabajos con goce de sueldo que no son considerados profesiones. Son clasificadas como amateurs y carecen incluso de los derechos más básicos como la libertad de no sufrir discriminación.
Si en Italia las atletas firmaran contratos profesionales —como en Estados Unidos y Noruega—, lo más probable es que las cláusulas de maternidad serían imposibles de imponer, opinó Tortorella.
Los políticos italianos han ignorado el problema durante mucho tiempo. Pero hace dos años, el gobierno ofreció incentivos financieros para que los clubes contrataran a mujeres con contratos profesionales, y un nuevo cambio pretende ofrecer más protecciones a los atletas, incluidas las mujeres.
En 2019, Nike prometió no penalizar económicamente a sus atletas patrocinadas que se quedaran embarazadas, después de que se criticó su gestión del asunto. Hace unos meses, la FIFA, el organismo internacional que gobierna el fútbol, obligó a garantizar una licencia de maternidad de al menos 14 semanas para las futbolistas profesionales.
Pero debido a la falta de atención pública, interés político y financiación del voleibol femenino, ofrecer contratos profesionales sería un golpe fatal para las finanzas de los clubes, ha dicho el presidente de la Liga Femenina de Voleibol.
En 2019, la selección femenina de fútbol de Italia fue la única de las cuatro finalistas del campeonato mundial compuesta por jugadoras amateurs. Aunque el fútbol es venerado aquí, la selección nacional femenina regresó al campeonato mundial en 2019 después de estar rezagada durante 20 años, y fue la primera vez que el torneo se emitió en la televisión nacional convencional.
Las mujeres también están infrarrepresentadas en los puestos directivos de las federaciones deportivas nacionales. Con solo un dos por ciento de mujeres en las cátedras, Italia se sitúa entre los últimos países de Europa, según un estudio reciente. En general, el 72 por ciento de los atletas en Italia son hombres, mientras que solo el 28 por ciento son mujeres, según el Comité Olímpico Nacional Italiano.
“En parte, es un problema cultural y eso queda claro”, sentenció Luisa Rizzitelli, presidenta de Assist, una asociación nacional de atletas mujeres. No obstante, también refleja una falta de voluntad política para invertir la tendencia.
“Las mujeres en los deportes deben tener protecciones si se convierten en madres”, agregó Rizzitelli. “En 2021, esto simplemente ya no es aceptable”.
Gaia Pianigiani es una reportera de The New York Times que reside en Italia. @gaia_pianigiani